Dicen que el brillo se lleva por dentro, pero… ¿y si algunas mañanas simplemente necesitamos ayuda externa?
Porque hay días en los que una no quiere pensar en brillar, solo parecer que lo hace. Y ahí entra esa magia discreta que solo tienen los pendientes correctos, la luz justa y un poco de autoestima con baño de oro.
El otro día, sin plan ni motivo, decidí maquillarme, ponerme mi camisa favorita y los aros pequeños que siempre me hacen sentir “ordenada”, aunque mi vida no lo esté tanto.
No iba a ninguna parte. Solo al supermercado. Pero algo cambió: los chicos de la frutería sonrieron distinto, y hasta la playlist del pasillo de los yogures sonaba mejor.
Y pensé:
Quizás el brillo no tiene que ver con el día de la semana.
Quizás no es el viernes lo que nos hace sentir vivas, sino la manera en que nos miramos en el espejo cuando nos ponemos esas joyas que nos recuerdan quiénes somos cuando nadie nos ve.
En el fondo, las joyas no son para gustar más. Son para recordarte lo mucho que ya vales.
Así que este es mi consejo de mitad de mes:
Ponte ese anillo que guardas para “ocasiones especiales”.
Sal con tus pendientes favoritos un martes cualquiera.
Y brilla, aunque no sea viernes.
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